quinta-feira, 24 de maio de 2012

El Espíritu Santo tiene dos alas (Pedro Casaldáliga)


Es bueno recordar, primero, que el Espíritu santo no es una paloma. No tiene cuerpo. La Santísima Trinidad (El Dios en el que nosotros creemos), es Padre, Hijo y Espíritu. Las tres personas distintas en un solo Dios.
Ocurre que en la Bíblia, en el catecismo, en las iglesias y cuadros, el Espíritu Santo es presentado en forma de paloma. El Evangelio nos narra (Mateo 3) que, después de ser bautizado en el Río Jordán, Jesús salió del agua “y después se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma que se posaba sobre él…” De allí la figura de paloma que empezó a usarse en la Iglesia para representar al Espíritu Santo.
Podemos entonces, usar esta figura para hablar del Espíritu Santo. ¿Por qué suele decirse que el Espíritu Santo tiene dos alas? Porque por una parte el Espíritu nos lleva a la oración, a la interioridad, a la paz. Pero por otra nos lleva a la acción, al compromiso, a la lucha. Es el mismo Espíritu que se manifiesta en ambas dimensiones.
Nunca nos conduce a las nubes, a la indiferencia, a cruzarnos de brazos. Siempre es “el Espíritu de Verdad”, “El Padre de los pobres”, “El Espíritu de la Vida”, viento y fuego. Aquel pasaje que marca en el evangelio el inicio de la vida misionera de Jesús, debería ser suficiente para que entendiéramos cómo el Espíritu Santo es “agitador y subversivo”, porque da vuelta la casa, el mundo (eso significa subversivo, es revolucionario, denuncia la injusticia y la opresión.
También leemos en San Lucas (cap. 4, 4-19) estas palabras: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Porque él me ha enviado a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación y a los ciegos que pronto comenzarán a ver, a despedir libre a los oprimidos y a proclamar el año de Gracia del Señor”.
Jesús, tomado por el Espíritu, parte para su misión de evangelizador de los pobres y de liberador del mundo. María, llena del Espíritu Santo, proclama (en su canto, Lucas 1) la caída de los poderosos y la exaltación de los humildes.
En el Día de Pentecostés los primeros discípulos, sacudidos por el viento y por las llamas del Espíritu, se lanzan a dar testimonio del Resucitado, venciendo el miedo, enfrentando a los grandes, a los peligros y a la misma muerte (Hechos 5, 17 y siguientes)
Hay muchos cristianos que quisieran encerrar al Espíritu Santo como una paloma en una jaula, sin reivindicaciones, blanquita y sosegada. Buena para cantar aleluya, para llorar de emoción, para levantar los brazos al cielo, separando los pies de la tierra (así se habla en las sectas, del Espíritu Santo).
Esos cristianos le están cortando un ala al Espíritu Santo: el ala izquierda, la del compromiso y de la acción, la de la liberación y de la lucha. Tampoco tenemos que cortarle la otra ala! La de la oración, del silencio y de la paz.
Un Espíritu manco no es más el Espíritu de Jesús. Queremos un Espíritu completo. Queremos seguir al Espíritu con toda la fidelidad. Orando y actuando, en la tranquilidad y en la lucha. Bajo el impulso de sus dos alas, abrazando el cielo con la tierra, al Padre y a los hermanos.
Pentecostés es la Fiesta del Espíritu Santo. Es para examinarnos si creemos en el verdadero Espíritu de Dios. Si no lo mutilamos. Si lo seguimos fielmente como lo siguió Jesús. Porque el Espíritu que descendió sobre Jesús, es el mismo que quiere descender ahora sobre nosotros. Por el Espíritu somos cristianos. Con su fuerza y con su luz vamos haciendo camino.
En la alegría del Espíritu Santo, con las dos alas bien abiertas, los abraza este hermano y compañero…
Pedro Casaldáliga
Obispo (emérito) de São Felix (Brasil)

Fuente: Instituto Nacional de Formación de Pastoral de Juventud Cardenal Eduardo Francisco Pironio
Pastoral de Juventud – Conferencia Episcopal Argentina


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