Es bueno recordar, primero, que el Espíritu santo no
es una paloma. No tiene cuerpo. La Santísima Trinidad (El Dios en el que
nosotros creemos), es Padre, Hijo y Espíritu. Las tres personas distintas en un
solo Dios.
Ocurre que en la Bíblia, en el catecismo, en las
iglesias y cuadros, el Espíritu Santo es presentado en forma de paloma. El
Evangelio nos narra (Mateo 3) que, después de ser bautizado en el Río Jordán,
Jesús salió del agua “y después se abrieron los cielos y vio al Espíritu de
Dios que descendía como paloma que se posaba sobre él…” De allí la figura de
paloma que empezó a usarse en la Iglesia para representar al Espíritu Santo.
Podemos entonces, usar esta figura para hablar del
Espíritu Santo. ¿Por qué suele decirse que el Espíritu Santo tiene dos alas?
Porque por una parte el Espíritu nos lleva a la oración, a la interioridad, a
la paz. Pero por otra nos lleva a la acción, al compromiso, a la lucha. Es el
mismo Espíritu que se manifiesta en ambas dimensiones.
Nunca nos conduce a las nubes, a la indiferencia, a
cruzarnos de brazos. Siempre es “el Espíritu de Verdad”, “El Padre de los
pobres”, “El Espíritu de la Vida”, viento y fuego. Aquel pasaje que marca en el
evangelio el inicio de la vida misionera de Jesús, debería ser suficiente para
que entendiéramos cómo el Espíritu Santo es “agitador y subversivo”, porque da
vuelta la casa, el mundo (eso significa subversivo, es revolucionario, denuncia
la injusticia y la opresión.
También leemos en San Lucas (cap. 4, 4-19) estas
palabras: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Porque él me ha enviado a traer
la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos la liberación y a los
ciegos que pronto comenzarán a ver, a despedir libre a los oprimidos y a
proclamar el año de Gracia del Señor”.
Jesús, tomado por el Espíritu, parte para su misión de
evangelizador de los pobres y de liberador del mundo. María, llena del Espíritu
Santo, proclama (en su canto, Lucas 1) la caída de los poderosos y la
exaltación de los humildes.
En el Día de Pentecostés los primeros discípulos,
sacudidos por el viento y por las llamas del Espíritu, se lanzan a dar
testimonio del Resucitado, venciendo el miedo, enfrentando a los grandes, a los
peligros y a la misma muerte (Hechos 5, 17 y siguientes)
Hay muchos cristianos que quisieran encerrar al
Espíritu Santo como una paloma en una jaula, sin reivindicaciones, blanquita y
sosegada. Buena para cantar aleluya, para llorar de emoción, para levantar
los brazos al cielo, separando los pies de la tierra (así se habla en las
sectas, del Espíritu Santo).
Esos cristianos le están cortando un ala al Espíritu
Santo: el ala izquierda, la del compromiso y de la acción, la de la liberación
y de la lucha. Tampoco tenemos que cortarle la otra ala! La de la oración, del
silencio y de la paz.
Un Espíritu manco no es más el Espíritu de Jesús.
Queremos un Espíritu completo. Queremos seguir al Espíritu con toda la
fidelidad. Orando y actuando, en la tranquilidad y en la lucha. Bajo el impulso
de sus dos alas, abrazando el cielo con la tierra, al Padre y a los hermanos.
Pentecostés es la Fiesta del Espíritu Santo. Es para
examinarnos si creemos en el verdadero Espíritu de Dios. Si no lo mutilamos. Si
lo seguimos fielmente como lo siguió Jesús. Porque el Espíritu que descendió
sobre Jesús, es el mismo que quiere descender ahora sobre nosotros. Por el
Espíritu somos cristianos. Con su fuerza y con su luz vamos haciendo camino.
En la alegría del Espíritu Santo, con las dos alas
bien abiertas, los abraza este hermano y compañero…
Pedro Casaldáliga
Obispo (emérito) de São Felix (Brasil)
Fuente: Instituto Nacional de Formación de Pastoral de
Juventud Cardenal Eduardo Francisco
Pironio
Pastoral de Juventud –
Conferencia Episcopal Argentina
Nenhum comentário:
Postar um comentário