segunda-feira, 30 de janeiro de 2012

Dios tiene mucho que ver con los jóvenes y con su ...




El general de los jesuitas envía reflexiones sobre el acompañamiento a los jóvenes

Los jóvenes saben que no siempre serán jóvenes. Por eso parece que tengan prisa por sacar el máximo partido a su juventud. Es nuestro deber comprender este hecho y colaborar con ellos en esta aventura. Es muy importante que seamos capaces de aportar algo a esta importante etapa, llena de posibilidades y de creatividad. Los seres humanos han recibido de Dios en la creación la capacidad de madurar, de edificar y construir sociedades y comunidades. La juventud es el momento en que estas posibilidades se ponen a prueba.
La Compañía se ha implicado con la juventud en esta tarea sobre todo a través de sus obras educativas. Es bien conocida la tradición de la Compañía, de integrar creativamente todos los factores que constituyen la persona humana. Nos ha preocupado siempre ayudar a los jóvenes a extraer lo mejor de las cualidades que Dios les ha dado, y abrir sus corazones a otros hombres y mujeres, especialmente a los que sufren y a los pobres. Nos hemos esforzado por ayudarles a descubrir un sentido profundo a sus vidas y a encontrar la alegría del amor y la amistad con Dios.
Este empeño nuestro es hoy igual de explícito y mantiene la misma generosidad que en el pasado. Las necesidades siguen siendo de la misma magnitud y los retos de la misma complejidad que siempre: ¿Podemos ayudar a los jóvenes a extraer lo mejor de sus corazones y a que aprendan de la sabiduría del pasado, para así crear un nuevo futuro? ¿Cómo podemos hacerles aspirar a lo mejor, soñar sueños de vida y de esperanza? Deseamos ofrecerles instrumentos útiles para distinguir cuáles de entre sus muchos sueños siguen la senda que lleva a la verdad y la alegría del Señor Jesús, y cuáles simplemente obedecen a las superficiales y provisionales tendencias del lucro y del mercado.
Otro gran servicio que podemos prestar a los jóvenes es ayudarles a hacer un buen discernimiento. Para los jóvenes resulta difícil tomar decisiones bien fundadas. En esta etapa de su vida han de decidir qué pueden hacer con el resto de su vida: en que relaciones se quieren comprometer, en qué profesión se quieren embarcar, qué valores deciden hacer suyos. Un servicio verdaderamente ignaciano a los jóvenes implica siempre ayudarles a discernir.
Nuestro primer empeño debe ser ayudarles a ser libres; libres de las decisiones que otros han tomado sobre ellos y para ellos. Vivimos en un mundo en el que muchas instancias y muchas personas desean decidir en lugar nuestro; desean que compremos sus productos, su moda, sus valores, su estilo de vida, sus ideologías. Nuestro papel no es convertirnos en opción alternativa, sino ayudar a los jóvenes a situarse con libertad ante todas estas posibilidades que se les ofrecen.
Y aquí comienza lo más creativo de nuestro trabajo con los jóvenes. Ignacio nos ha ayudado, por así decirlo, “a tocar fondo”; a adentrarnos en las profundidades del corazón para descubrir la labor del Espíritu, que es fuente segura de inspiración para llegar a la decisión correcta en lo verdaderamente importante. Sólo el Espíritu conoce la Voluntad de Dios, y sólo en el Espíritu podemos poner nuestra esperanza de llegar a encontrarla. El desafío, pues, está en ayudar a los jóvenes a sensibilizarse a las fuerzas y movimientos maravillosos que Dios, las demás personas, la realidad, su propia generosidad y la vida hacen brotar en sus corazones.

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